Hoy, el último día del
año, grito al viento … Adiós, Pequeña, Adiós.
Te imaginé, te soñé, te
luché, y a punto de rendirme te tuve … y te perdí.
Siempre pensé que serías
una niña, durante todo el tiempo que duraron los tratamientos te imaginé mujer,
supongo que porque pensé que si llegabas serías tan tozuda como yo, supongo que
porque siempre soñé con saltar charcos y cantar bajo la lluvia con alguien como
tú.
Fuiste durante días el sí
de un largo y tortuoso camino de noes. Fuiste las lágrimas cuando supe que
estabas y las lágrimas cuando supe que te ibas, cuando supimos que te ibas.
Fuiste la esperanza, la ilusión y el nombre que creamos. Tú, mi pequeña,
tuviste nombre desde el primer momento.
Fuiste la explosión de la
alegría, y la tristeza más infinita, y no pude decirte adiós.
Así que hoy, meses
después, en los que he (hemos) aprendido a dejar de soñar contigo, en los que
nos hemos reconstruido y redirigido, en los que nos han pasado algunas cosas
para olvidar y otras para no olvidar nunca, hoy, el último día de 2017, te digo:
Adiós, Pequeña, Adiós.
Siempre serás mi estrella fugaz, siempre te imaginaré al lado de mis otras estrellas, las más lejanas y las más recientes. Siempre, siempre, siempre … serás parte del Latido de mi corazón.
No sé que ha ocurrido pero lo lamento profundamente. Ojalá 2018 sea un año donde no existan las despedidas. Un abrazo
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